Lantscap - paisajes de hoy

Durante la baja edad media, la ortodoxia agustiniana alimentaba la necesidad de narrar hechos memorables de la religión y, tanto en la pintura como en la poesía, lo figurativo y la imitación naturalista fueron abandonados por los artistas (Luginbühl, 2008, págs. 143-180). Más tarde, el pensamiento de los humanistas toscanos del Renacimiento (1400) supuso un giro en la forma de observar e interpretar la naturaleza, la cual conciben como lugar de contemplación y no de trabajo. Así, los pintores comienzan a representar edificios, plantas y animales a partir de la copia del natural acompañándolos con historias y los códices de historia natural de esa época muestran esta mirada a caballo entre estética y científica (Pächt, 2011). En Holanda, la construcción de los pólders para el pasto natural del ganado convirtió al país en un lugar de abundancia y entre los propietarios de tierras aparece el término lantscap (1462, landscape en inglés, ‘paisaje’) como una suerte de utopía de bienestar. La Reforma protestante condujo a posturas iconoclastas que rompieron con las imágenes e iconos sagrados para evitar la adoración de las imágenes y la mediación de la iglesia en la espiritualidad, lo que llevó a los artistas a tratar temas carentes de narración como estos paisajes. Más tarde, el movimiento romántico (siglo XVIII) impregnó la pintura de paisaje con representaciones que tratan de expresar la experiencia contradictoria de fascinación e impotencia frente a una naturaleza impenetrable. Pinturas como El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich (1818) encarnan esta idea de lo sublime y una manera de concebir la naturaleza y la vida que da prioridad a los sentimientos. El declive del feudalismo y el desarrollo de la industria en Inglaterra culminan con la privatización del suelo y los propietarios de tierras (gentlemen farmers o landlords en inglés) ponen en marcha una economía agraria más productivista. El paisaje de Europa sufre una gran transformación y lo que antes eran tierras comunales pasan a ser parcelas separadas por setos. Landlords y aristócratas hacen mover colinas y arroyos detrás de las fábricas para crear amplios y pintorescos jardines de aspecto salvaje en los que se cultivan especies exóticas. Este moderno aspecto del jardín, aparentemente no domesticado, obedece a un deseo de crear un marco personal e individual de contemplación. Así, desde el siglo XVIII, mientras los pintores crean paisajes que ensalzan lo pintoresco y lo sublime y los aristócratas construyen sus jardines, se va afianzando en Europa el concepto de paisaje, el cual nace de la confluencia entre economía, agronomía y arte. Lantscap de hoy es precisamente eso: una colección de jardines personales. En lugar de tener setos y plantas fácilmente identificables, tiene texturas, colores y formas indefinidas, ya que lo que me interesa no es la forma externa de las cosas, sino su esencia. Y ella me he intentado acercar a través de un paisaje inundado por sensaciones que creo comunes en mi generación: el suelo inestable y fangoso, el cielo oscuro y abrumador.

La identidad de un pueblo y de una nación está fuertemente ligada a sus paisajes, algo sobre lo que la geografía moderna de Alexander von Humboldt (1769-1859) (Ortega-Cantero, 2009), la Institución Libre de Enseñanza (1876 y 1936) y los autores de la Generación del 98 en España tuvieron gran influencia. Según Nogué (2010, 1992), el paisaje «encarna la memoria y la aspiración de un pueblo (…). Es el resultado de la transformación colectiva de la naturaleza, la proyección cultural de una sociedad en un determinado espacio, no solo de una forma material sino también espiritual y simbólica». Por consiguiente, un mismo paisaje es percibido de forma diferente por cada persona dependiendo de su lugar de origen, educación, etc. Sin embargo, una comunidad puede compartir una misma imagen colectiva a la que se le atribuyen determinados valores y sentimientos de pertenencia, incluso a nivel nacional. Esto es lo que se llama la percepción social del paisaje (Luginbühl, 2008, págs. 143-180), y es lo que he intentado trabajar en esta colección de pinturas.

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